jueves, 20 de octubre de 2011

Pabellón Philips de LE CORBUSIER

LE CORBUSIER
Pabellón Philips (1958)
Brueselas (BÉLGICA)

La música constituye un arte del tiempo y la arquitectura un arte del espacio, pero la música se toca en un espacio y por supuesto no suena igual en cualquier espacio.

LA MÚSICA

El Poema electrónico de Edgar Varèse, combina sonidos generados por medios electrónicos y sonidos naturales (musicales y no musicales) grabados y transformados mediante manipulación electrónica. La obra fue concebida para ser ejecutada durante la Exposición Universal de Bruselas del año 1958 en el Pabellón Philips, construcción demolida poco después, que llevaba la firma de Le Corbusier, y en cuyo diseño jugó un papel importante el músico Iannis Xenakis.

EL ESPACIO

Maqueta del Pabellón
En febrero de 1956, Louis Kalff (director artístico de la empresa Philips) contacta con Le Corbusier y le pide que proyecte un pabellón propio para la Exposición antes mencionada. La idea es que el arquitecto potencie los productos de la empresa, tanto en lo sonoro como en lo lumínico.

Tras decidir la forma general (un espacio vacío y oscuro, o una “botella”), con entrada,salida y una capacidad de 500 espectadores, Le Corbusier delega en Xenakis el diseño del pabellón. Este plantea una construcción compuesta únicamente por paraboloides hiperbólicos, sin apoyos interiores ni soportes exteriores, de hormigón armado. Estos paraboloides proporcionaban continuidad musical de principio a fin.

El proyecto no tenía más finalidad funcional que la de un espacio negro para albergar el Poema Electrónico y el los elementos interiores se adaptaban (las pantallas de panorámicas de proyección del poema, los procedimientos acústicos…) a la forma y exteriormente se presenta como una arquitectura volumétrica.


Pantalla panorámica donde se proyectaban las imágenes
ALUMNA: Julia Romero

2 comentarios:

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  2. Este proyecto debe hacernos reflexionar sobre la utilidad de la arquitectura en cada situación. En este caso, como en el de la Casa de la Lluvia de Baldeweg, la arquitectura nos ofrece la posibilidad de vivir una experiencia inédita que condiciona la forma, materialidad y acabado de aquello que se ha construido.

    La arquitectura puede hacer de interlocutor entre el habitante y su entorno, puede protegerle o exponernle, puede guiar nuestra vista y el resto de nuestros sentidos, y a la hora de proyectar, el arquitecto debe tener claro para qué fin es el proyecto que tiene delante, para poder hacer una arquitectura coherente.

    En definitiva, la arquitectura requiere de individuos que la vivan, la habiten o en el menor de los casos, la contemplen.

    María García Barrera

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